martes, 26 de septiembre de 2023

"Gracias por el intento de un mundo mejor"

 

En esta foto podemos ver a dos sujetos: el de la izquierda es visiblemente más viejo que el de la derecha, que a su vez se encuentra sosteniendo un cuadro con una foto del rostro de Lenin. Ambos sujetos se encuentran con la mano derecha levantada y el puño cerrado en señal de fuerza.

El sujeto de la izquierda lleva lentes puestos, su pelo se encuentra retraído mostrando una frente que da a una cabeza poco poblada, sus orejas son grandes, sus cachetes se encuentran caídos y la mano que está apuntando hacia el suelo tiene las venas muy marcadas, como a punto de explotar. Se encuentra vistiendo una camisa que parece que le queda grande, con las mangas arremangadas y lo que parece ser un short de color crema.

El sujeto de la derecha es claramente más joven. Su cabello es similar en forma y peinado pero no tanto en color puesto que este es negro. Está vestido con una remera a rayas, un cinturon y un pantalón negro. Su cara, a pesar de tener arrugas, no muestra la misma vejez que la de su compañero de foto.

La principal diferencia es que este sujeto tiene en su posesión una foto de Lenin. Y no es solo una foto, es un cuadro. Lenin tiene su clásica frente prominente, se encuentra con la mirada perdida en el horizonte y quizás por el pasar de los años o por la calidad de la foto pero pareciera que el rostro de Lenin se está esfumando.

La foto fue tomada de noche pues en el margen derecho de la imagen vemos una ventana que da a un cielo negro. Las cortinas que tapan la penumbra son blancas con un diseño floreado y las paredes que terminan por completar la escena tiene un empapelado con lo que parecieran ser palmeras.

Para completar el relato, al costado de cada uno de los sujetos hay dos sillas con respaldos de madera.

La inscripción de detrás de la foto dice: 

“Al camarada Luis Segura,

Gracias por el intento de un mundo mejor. Jorge 12/12/92”


La mente juega; hace y deshace.

La mente, o al menos mi mente, cataloga y archiva los recuerdos de forma sistemática. Mi vida se podría ordenar de forma cronológica tanto hacia atrás como hacia adelante realizando una simple sucesión de recuerdos. 

Cuando pienso en el porvenir, veo un calendario ordenado semana a semana con las actividades o sucesos que mi cabeza considera lo suficientemente relevantes como para encontrarse allí. Dentro de cada día, una grilla con la longitud de las actividades: si debo cursar, cuanto tiempo cursaré, si debo ir a ver a mis amigos, a que hora volveré. No significa que sea un robot, esta catalogación es completamente inconsciente y no tengo control alguno sobre ella.

Sin embargo, mi cabeza y espero que la de todos,tiene una catalogación secundaria. En ella, los recuerdos no se ordenan sólo cronológica o sistemáticamente sino que también se los valora. Recuerdos feos que son fáciles de olvidar, recuerdos feos que son difíciles de olvidar, recuerdos que antes eran feos pero que, con el paso del tiempo, no lo son tanto, recuerdos lindos, largos y efímeros. Recuerdos que añoro y recuerdos que rechazo, vivencias de las que la única enseñanza que se puede obtener es: no es por ahí.

Ahora, me gustaría hacer un raconto de tres recuerdos ordenados y valorados de formas distintas.

El primer recuerdo que tengo es bastante ambiguo. Es un recuerdo que volvió a mí hace aproximadamente cinco años. Ustedes se preguntarán ¿cómo es posible que su primer recuerdo sea de hace cinco años atrás? Primero que nada, lean bien, es un recuerdo que volvió a mí, estaba olvidado. Segundo, y paso a la explicación del recuerdo, me quedé bastante shockeado cuando recordé este suceso.

En la mente de un niño es muy difícil concebir que sus padres, fruto de compañía, afecto y seguridad, se separen. El niño no entiende del todo lo que es un matrimonio, solo sabe que tiene mamá y papá una cantidad de horas al día (en casos ideales). Es por esto que es casi imposible que un niño llegue siquiera a comprender lo que es una separación.

La cuestión es la siguiente: mis padres se separaron a mis tres años de edad, todo lo anterior en este momento es borroso porque era muy pequeño, pero mi tercer año de vida no se quedó atrás. Recordaba ir mucho a dormir a la casa de mis abuelos, que no me gustaba, que quería reunirme con mi mamá, y que siempre era mi papá el que me llevaba desde la casa de mis abuelos a mi casa, que mi papá siempre estaba en la casa de mis abuelos, que mis abuelos maternos me cuidaban cuando ni mi papá ni mi mamá estaban en casa y que iba con mi peluche Juancho de acá para allá.

Pasados nueve meses mis padres decidieron volver a juntarse pero no recuerdo bien cómo ni cuándo fue. Se ve que esta experiencia fue o muy traumática o muy confusa o ambas para mi mente de tres años y decidí borrar esos meses de mi vida. Años más tarde, en una charla que me dejaría atónito, me enteraría que mis padres habían estado separados y yo no lo sabía.


El segundo recuerdo que vengo a contarles es uno tonto pero es una anécdota bastante garaciosao. Yo tenía doce años, mi abuelo setenta y cuatro, y el tipo estaba convencido que podía ganarme en una carrera de una cuadra de distancia.

Yo, por no echarme atrás, acepté el reto y para aumentar el premio, decidimos poner el equivalente a 100 pesos de hoy que mañana serán 200. Nos encontrábamos en Mar del Tuyú, un pueblito de la costa donde mis abuelos viven, la calle es de tierra y arena con algunas piedras que sobresalen en distintos lugares; un terreno entretenido.

Los vecinos, todos de la edad de mi abuelo, estaban tomando sol en la vereda, charlando, haciendo asado o viendo a los chicos jugar en la calle cuando mis primos, mi abuelo y yo aparecimos en la escena. Nos saludaron y nos preguntaron qué onda. Mi abuelo respondió muy confiado que iba a ganarme en una carrera. 

Solo por el dato y para que dimensionen lo ridícula que era la escena, mi abuelo estaba con una remera más gastada que trapo viejo con la inscripción “Don Ramón, Soy leyenda” y un collage hecho por un nene de la cara de Don Ramón sobre el cuerpo de Will Smith. Mi abuelo encima, es un tipo gordo pero con las patas muy finitas. Yo medía un metro con veinte centímetros, tenía una musculosa naranja fosforescente que me quedaba chica y tenía más cachetes que una ardilla con nueces en la boca. Ninguno de los dos tenía zapatillas, el calzado predilecto en verano son y serán las ojotas.

Los vecinos se agruparon a nuestro alrededor, uno se encargó de dar la largada y fium.

Salimos. En los cinco segundos que duró la carrera, los primeros tres me sorprendió la velocidad con la arrancó mi abuelo. Los otros dos segundos de la carrera mi abuelo acabó rodando en el piso mientras toda la cuadra se reía y otros, más atentos, se reían mientras lo ayudaban a levantarse. Entre las piedras del suelo, el calzado, la panza de mi abuelo que lo tira hacia adelante y sus patas de tero se creó la combinación perfecta para que pierda el equilibrio y termine en el piso. Ya finalizada la carrera, con mi premio en mano, mis primos más pequeños se pasaron toda la tarde pidiendo sus propias carreras contra mi abuelo que en ese momento decidió retirarse de las carreras. 


Por último, quería compartirles un recuerdo oscuro. Al día de la fecha 15/9/2923 sigo sin saber a qué se debió este suceso. 

Yo me encontraba tan tranquilo, haciendo tarea en el 2020 cuando de repente agarré una birome para tomar nota de la clase y se sentía rara. Acto seguido decidí apretarla para ver si cambiaba la sensación o, por qué se sentía rara. Nada. Acto seguido golpee la mesa, no dolió. Me estaba empezando a alarmar. Todo lo que tocaba, incluida la ropa que llevaba puesta, se sentía raro, como atenuado. Me pellizqué el brazo múltiples veces y tampoco sentí nada.

Fue una experiencia al principio muy extraña. Quizás puedan querer que les pase en algún momento pero verdaderamente fue horrible. Así pasaron cuatro días en los que por momentos sentía algo y por momentos nada. En esa desesperación de sentir aunque sea dolor decidí hacerme un tajo no muy grande en el dedo. Imaginense mi desesperación cuando vi que salía sangre y que no sentía absolutamente nada. Para que dimensionen la angustia y lo raro de la situación, era de noche, estaba solo y estaba comiendo arroz. No sentía cuánto arroz tenía en la boca. Me metía cucharada tras cucharada y me percaté de que tenía la boca llena de arroz solo cuando miré mi regazo lleno de los granos que caían de mi boca. Pasados cuatro días, lentamente fui recuperando el tacto hasta que al séptimo ya había vuelto por completo.

Para no quedarme con la duda de qué corno me había pasado, saqué turno con un neurólogo que me derivó a hacerme dos estudios: un electroencefalograma y una resonancia craneal. 

Pasado un mes de la consulta y ya con los estudios en mano, fui al consultorio a que el doctor vea los análisis. Escribí por mail y teléfono, llamé al número de línea y al celular que figuraba en la página web. Nunca pude contactar con él de nuevo. 

Un año más tarde, por casualidad pasé por la puerta del consultorio, pregunté al portero y me dijo que el consultorio había cerrado hacía un año. Así como perdí el tacto de manera súbita y repentina, el consultorio se desvaneció de la misma forma.


martes, 13 de junio de 2023

Una carta a través del tiempo


Descripción:

Una lechuza, con los pies cubiertos por un albornoz, que da la sensación de que esta lechuza no es más que la cabeza de un cuerpo humanoide pero emplumado.

La lechuza, un animal que inspira sabiduría, parece complacida por tener los ojos cerrados. Sobre su cabeza se encuentra un sombrero muy elevado compuesto por distintos objetos al mejor estilo del collage, de arriba hacia abajo: una vela roja encendida, simbolizando la luz de su intelecto y una especie de manuscrito muy antiguo de color amarillento. Sobre este, en primer plano, se encuentra un botón con la leyenda “FFW” que significa fast forward o avanzar hacia adelante.

La frase a la izquierda pertenece a Nostradamus, el famoso adivino/pregonero del futuro francés, conocido por sus predicciones sobre el futuro (de allí el botón). Su sabiduría es simbolizada por la lechuza, por la bata del sabio y por la vela que posa sobre su cabeza, aún encendida, como indicándonos que todavía no agotó todo su conocimiento.


Carta a Poe:

Para cuando leas esto ya habré muerto pero tu don te permite no solo mirar hacia adelante sino también hacia atrás. Busca en mis recuerdos el momento en que escribí este mensaje antes de grabarlo en mis ojos a fuego vivo y prenderlo fuego en la hoguera.

Allí en las Indias, en una latitud similar a la de mi nacimiento, nacerás tú, Edgard. 

Tu vida estará llena de penurias. Al principio vivirás bien, serás amado por tu casi familia. De niño te querrán como si fueras un sol pero nadie apoyará tus delirios de grandeza en la escritura. El futuro no se puede evitar pero aún así podemos encontrarnos. 

En la universidad te echarán por no poder pagar la cuota y te volverás adicto al alcohol. La vida te dará una esposa bastante cercana, la concerás desde pequeño, pero como Dios da, Dios quita y esta se unirá con él en poco tiempo.

Quedarás destrozado. Te volverás paranoico, un vagabundo paranoico. Tratarán de buscarte y les costará pero lo lograrán. No ellos, tus amigos. Ellos son el otro problema del que quería advertirte. Ya sabrás que tienes un don, el don del futuro, al igual que yo. Es mi deber como tu mentor atemporal decirte que vendrán por ti.

Fingir demencia te servirá por un rato pero no para siempre. Ellos te encontrarán. Te intentarán quitar hasta la última profecía, como hicieron o hacen conmigo. Pero tú deberás resistir. No sucumbas ante sus torturas. Deja en tus escritos pistas para el próximo, así al menos nos aseguraremos que nuestro destino siga en pie. No serás el primero ni tampoco el último que no entienda lo que le está sucediendo en esos sueños, quienes son las voces que le hablan, pero ten fe en que nuestro propósito prevalecerá. 

Intentarán desaparecerte, que no te extrañe que avisen públicamente que has muerto, pero tú seguirás con vida. Deberás venir aquí, a Notre-Dame. En las catacumbas encontrarás las respuestas que tanto tiempo estuviste buscando.

No solo eso, encontrarás a otros como tú, juntos erguirán la orden nuevamente y velarán por la subsistencia de la humanidad. Sé que lo has visto y si no es así lo verás. El futuro que nos depara no es bueno y es todo su culpa.

La labor de tus hermanos es evitar ese futuro; la tuya, ayudarlos. Pídeles consejo para lo que precises, sé que lo harán, lo he visto. Se me acaba el tiempo, vienen por mí. 


Te deseo suerte, Edgard. Quizás esta sea la última vez que pueda escribir sin ser vigilado…


martes, 30 de mayo de 2023

Boceto, Bosquejo o lo que sea del ensayo

 La idea principal: nuestra vida es un constante paso de pantalla a pantalla. Siempre estamos ansiando que llegue el siguiente momento en que podamos sentarnos frente a la computadora a ver un video o una serie, lo mismo con la televisión. Cuando no hacemos estas cosas nos ponemos con el teléfono, incluso en clase. Cualquier momento en que nuestra cabeza se va por más que sea un momento por aburrimiento, cansancio o lo que fuera, sacamos el celular del bolsillo.

Se ha vuelto un hábito. 

escribiendo esto frente a una pantalla.

Nos negamos nuestra completa atención al otro. La Ted Talker habla sobre cómo incluso en funerales abrimos el teléfono y miramos mensajes (lo estudió). Sacrificamos la conversación por conexión.


Relato/Racconto de las veces que uso pantallas a lo largo de mi día.


Disfrutar el miedo, si es a través de una pantalla


El mayor problema que supone para la persona es que la gran satisfacción que le genera dicha actividad hace que se pierda el control sobre ella y sea imposible abandonarla.


  • Tener la necesidad de estar constantemente conectado a dichas tecnologías 

  • Disminución y/o interferencia en la capacidad de concentración 

  • Desarrollar nerviosismo cuando no se puede acceder a ellas 

  • Aislarse por su utilización

  • Reducir las horas de sueño por hacer uso de ellas

  • Dejar de hacer ciertas actividades por priorizar su uso


Homo selfie

Homo selfie se titula un libro del psicólogo Martín Smud: en este tiempo, "cada uno lleva pegado a sus manos un celular con el que vive, duerme, sueña y respira", al punto de que ya no es un objeto, sino que "somos sus objetos". "Los celulares comenzaron su auge hace 25 años. Después se fueron agregando cada vez más cosas, aplicaciones en tiempo real que deben tener más o menos diez años. Esto cambió la relación del ser humano con la tecnología en términos cualitativos y cuantitativos", contextualiza Smud. "El celular se mete mucho en la identidad. Uno tiene la identidad del DNI, la de género y la virtual, que depende de poder ir armando la vida en relación a las mega corporaciones que manejan todo: las redes. Y hoy se habla de un nuevo tipo de realidad, además de la virtual. La inmersiva." 


"Según un pequeño estudio estudiantes universitarios argentinos están alrededor de seis a ocho horas por día mirando la pantalla. Y muchos te dicen que no pueden dejar de hacerlo. La adicción ya no es a un objeto, como podría ser una droga, sino a un determinado vínculo. Hay una especie de compulsión a esperar que pase algo en el celular, sin posibilidad de levantar la mirada por mucho tiempo sin volverla a él. Es típico de este tiempo, del panóptico digital del que habla Byung-Chul Han. La adicción trae consecuencias múltiples. Una muy clara en la educación es la falta de concentración. Y se ve una dependencia a la sociedad punteocrática, del like", resume. 

Adicción a un vínculo, no a un objeto.

Adicción a los videojuegos declarada por la OMS, enfermedad mental prevenible y tratable.



Links, autores y demás: 

Ted Talk: Alone Together

lunes, 29 de mayo de 2023

Más sabe el diablo por preguntarle a sus nietos que por diablo.

 “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Mi abuelo solía decir mucho este refrán cuando, iluminado por la voluntad de un saber ancestral, decidía compartir una parte de ese conocimiento que posaba en mi cabeza cual halo angelical.

A mí, de pequeño, me parecía que cualquier cuestionamiento a estos saberes antiguos sería erróneo. Me lo decía mi abuelo, una persona que quise y quiero mucho y no tenía razón alguna para mentirme. Ya en la secundaria comencé a cuestionar un poco todo esto. 

La primera vez que surgió esta posibilidad de cuestionamiento fue cuando, con catorce años, mi abuelo hizo una conjetura sobre cómo vive la gente en china. Sus comentarios eran claramente negativos, él había leído algo sobre cómo los tienen completamente controlados y que si arrojan basura en la calle pueden ir presos porque les sacan puntos.

Yo, sabiendo que no es completamente cierto, le expliqué cómo funciona el sistema de créditos sociales y aclaré que es la alternativa que encontraron para catalogar a la gente sin tener que basarse en los bienes materiales. Si todos tienen salarios similares y se supone que no hay nadie rico, se diferencia a la gente por su comportamiento en la sociedad. Él me entendió sin rechistar.

Para ampliar este caso, siempre que voy a visitar a mis abuelos recibo la rutinaria petición de “fijate si tengo algún mensaje nene”. Por más que lo intente y les explique no parece haber forma de que entiendan el proceder para mirar whatsapp. Enviar mensajes ya es algo que escapa a su realidad. 

El otro ejemplo que se me ocurrió fue que hace poco, en EE.UU. le hicieron juicio a TikTok por tacharlo de ser parte de una red de espionaje china que podría estar filtrando información. 

Las preguntas venían de todos lados y cada una parecía más descabellada que la otra. Los senadores, casi todos pertenecientes a la tercera edad, llegaron a cuestionar si “¿TikTok accede a la red WiFi del hogar?” o si la aplicación accede a la cámara del teléfono para ver si se le dilata la pupila a los usuarios con el fin de saber si les gusta el contenido que se les está mostrando.

Ahora bien, por más que sea cierto que nuestros abuelos o personas de la tercera edad poseen muchos saberes que las generaciones jóvenes no, me parece que en ciertas cuestiones más actuales es necesario que los jóvenes sean los voceros de “la verdad”. 

En el caso de mi abuelo pude explicarle cómo es el funcionamiento de este sistema de puntos pero en el otro caso, ¿nadie en todo el equipo de estos senadores pudo avisarles lo equivocadas que estaban esas preguntas?

Creo que en verdad, el refrán debería ser “más sabe el diablo por preguntarle a sus nietos que por diablo”.


martes, 23 de mayo de 2023

Crónica extrapolable a cualquier evento masivo de asistencia popular



14:07, jueves 11/5

Me bajé del colectivo en La Rural, me percaté de que en el mismo había una proporción extraña de gente uniformada de forma similar. Supuse que estaban yendo al mismo lugar que yo.

Me senté para esperar a mi acompañante porque se había retrasado pero no podía enojarme pues ella traía el almuerzo. La fila era una hidra: por cada persona que entraba dos más se ponían al final de la misma. Estas oleadas de gente se iban dando casi al unísono con los verdes y rojos de los semáforos, pero era constante porque cuando uno se ponía en rojo el otro se ponía en verde y caía una vez más el aluvión de individuos.

A pesar de ser tantos y estar haciendo la misma fila para el mismo evento, todos eran completamente distintos. Hasta los chicos de las primarias y secundarias que iban vestidos de forma casi idéntica se diferenciaban del resto. Gente alta, niños, ancianos, gente en silla de ruedas o con muletas. De todos los colores y formas habidos y por haber.

Todo eso hizo que me pusiera a pensar: ¿Qué es lo que llama a todas estas personas a venir a la Feria del Libro?

Si todos estos seres fuéramos lectores hechos y derechos, Argentina debería ser el país más culto y letrado del mundo (o al menos eso creo). Entonces, ¿qué? ¿Qué es lo que los trae?

Yo leo a diario pero no tanto como me gustaría. Siempre tengo un libro dando vueltas en la mochila o en algún cajón, siempre a mano, como para darle sus 20/30 minutos, aunque sea 15. Sin embargo, no me considero un lector hecho y derecho, no tengo compromiso y son más los libros que tengo por leer que los que he leído (una antibiblioteca diría Umberto Eco). Mi acompañante sin embargo, sí es una lectora hecha y derecha, lee a diario, devora libros y me saca cuatro bibliotecas y dos anti bibliotecas.




14:53, jueves 11/5

Llegó. Entramos con un cupón que vencía ese mismo día, le dí los que me sobraban a una señora que estaba haciendo la fila para comprarlos. Muchas gracias jovencito.

Esa fila era bastante distinta a la de acceso. Aunque muchos fueran desde esa fila a la otra, las caras y las actitudes eran diferentes. No había ansia ni ilusiones por entrar en los rostros de los que allí se encontraban. Parecen nerviosos incluso, mirá si no les dan la entrada. Al final se las dan y ya más relajados van a hacer la fila de ingreso.

Las señoras entran emocionadas; Marta, que un día normal no sale ni a que le pegue el viento, junto con su amiga Susana de la secundaria, promoción 1973, se abre paso a los empujones para reptar de stand a stand.

Entrás, el techo se hace alto y podés ver la luz al final del túnel. La zona de las provincias, la primera a la que entra la gente por la entrada principal, es un espacio de transición. Se siente como un aeropuerto, lleno de gente, de ruidos, pero a menos que vayas trabajar en el aeropuerto o a acompañar a alguien, te queres ir lo más rápido que puedas. Lo importante está después de aterrizar.

Para seguir con esta metáfora tenes la manga, el pasillo al aire libre de la feria que te lleva al edificio principal donde están todas las editoriales grandes, pero al mejor estilo del free shop, antes, tenes que pasar por los puestitos de comida. 1200 pesos un pancho, parece mucho pero un pote de crema en el chino de mi barrio cuesta mil con cincuenta; ya no sé.

Finalmente, llegamos a destino. Encontramos de casualidad un mapa que vino muy útil para encontrar los stands que queríamos ver y para ubicarnos y nos lanzamos al pabellón verde.

Descuentos voraces, libros de todos los colores y tamaños, casi tan diversos como la gente que estaba en la fila. De ideología, de fantasía (alta y baja), de filosofía, cuentos, Borges, comics, manga, policiales, poemas, Marx, ilustrados, históricos, Sabato, biografías y autobiografías, “Sexo Nazi” se llamaba uno. Era verdaderamente un mundo de libros donde ni en veinte vidas podría llegar alguien a leerlos todos.

Dimos vueltas y vueltas parando en cada stand porque mi acompañante, fanática de tal autor, de tal editorial o de tal saga quería verlo todo. Y está perfecto, si hubiera querido dar las vueltas a mi ritmo hubiera ido solo. Acompañado, pude ver en primera plana sus reacciones de asombro al ver un libro que andaba buscando hace mucho y la transformación de las facetas de su rostro luego de consultar el precio. Con algunos era de asco, en otros parecía complacida.

Paramos la corrida de toros para sentarnos a tomar un café en las gradas. Paradójicamente, allí es donde se ponen los estancieros a comprar toros “pa la chacra”. Eso me hizo pensar en lo raro que es que en ese mismo lugar, unos años antes, se hubiera llevado a cabo la mítica batalla campal entre Guachos y Veganos, como la bautizaron en la televisión. Buenos recuerdos.

Terminado el café y finalizadas las tres o cuatro vueltas por cada pabellón y cada stand (salvo en el provincial, nadie va ahí), nos decidimos a ir en busca de esas joyitas que habíamos visto. La feria cabía en la palma de mi mano, cada giro, cada calle memorizada, la ubicación de los baños. Estaba tan ubicado, a diferencia de mi acompañante que será lectora pero no de mapas, que podría haber señalado en dirección del puesto de panchos desproporcionadamente caros y errarle por menos de 2 grados.

Hicimos las compras, nos fuimos a sentar bastante exhaustos debajo de un árbol para recuperar fuerzas y nos retiramos en dirección al metrobús, lugar donde nuestros caminos se bifurcaron de nuevo. Hasta siempre compañera lectora hecha y derecha.




20:45, jueves 11/5

En el colectivo de vuelta me senté en el peor asiento posible, me dolía la espalda, los ojos se me cerraban solos y me dolía la cabeza. Tanta gente, tantos libros, tantas luces. A pesar de eso hice un esfuerzo sobrehumano para leer el primer capítulo de un libro que me compré. Mala idea. Empeoró el dolor de cabeza y ahora se le habían sumado fuertes náuseas.

El colectivo giró en la calle de mi casa, faltaba nada para llegar cuando, y sin poder aguantarlo más… No, no pasó nada. Me bajé con la cabeza que me iba dando vueltas, entré a mi casa y me dormí media hora en el sillón para recuperarme. Cena y ducha caliente de por medio, me retiré a mis aposentos para darle un final apropiado a tan cansador día.




Notas, Nouvelles, Novelas.

Libros, Sagas, adaptación berreta de Netflix.

Pochoclos: ¿salados o dulces?, abro hilo.




Decir para cerrar que la Feria del Libro es un festival como cualquier otro donde la gente viene a consumir sería no decir nada nuevo. Los que organizan la feria, los de los puestos de comida, los de los stands de libros, los que asistimos, todos lo sabemos y a nadie le molesta. La entrada sale 800 pesos y con ella te dan un vale de 1200 para que consumas dentro de la misma.

Mucha gente debe sentirse más culta yendo a comprar libros en vez de gastar en salidas o en ropa, y no me distingo, me compré mis libros y volví bastante contento (los puse en la biblioteca y no los toqué más).

Seguro hay otros que van a porque son lectores hechos y derechos y quieren buscar ese libro que le falta a su biblioteca, a su colección que tanto quieren. Esa edición con un lomo alucinante o con una tapa que llame la atención a cualquiera que lo mire.

Como no soy sociólogo, ni hice un censo, ni una encuesta y todo lo que puedo hacer son conjeturas, me gustaría concluir que todas las personas que asistieron a la feria, lo hicieron porque simple y llanamente, como yo, tenían la consigna de escribir una crónica para taller de expresión.

Adiós. ¡Mucho gusto!

martes, 16 de mayo de 2023

Ya no bailamos como antaño.

Los dos estábamos muy emocionados, ya teníamos dos años de novios y mudarnos solos era el siguiente paso que habíamos estado esperando con ansias. Llevábamos unos meses de casados. Con el dinero que habíamos ahorrado y una ayuda de sus padres conseguimos un chalet en las afueras de Nottington Hill. Era un barrio pintoresco, lleno de casas similares a la nuestra pero con distinto color. El sueño americano le decían, y así se sentía. 

Ya teníamos la propiedad, ya teníamos la casa, ahora solo faltaba amueblarla a nuestro gusto. Le preguntamos a los vecinos si tenían cosas que no usaban y que nos pudieran dar o vender. A raíz de esto, nos enteramos de que el sábado en el barrio se iba a realizar una venta de garage.

Los días previos nos los pasamos bailando los clásicos en el living, en el portal de la casa e incluso en el jardín. Estábamos muy felices y bailamos porque queríamos.

Llegó el sábado y recorrimos las casas cercanas hasta toparnos con la cama que más tarde estaría en nuestra propia habitación. Junto con ella había dos mesitas de luz muy simpáticas. Esa noche estrenamos el colchón; los resortes nos acurrucaban como si de una cuna se tratara y decidimos dejarnos llevar, después de todo, éramos jóvenes y teníamos mucha energía. 

Así pasaron los años y esa juventud enérgica fue dando lugar a una vejez rencorosa y con ella llegaron las discusiones. Esa cama que antaño era nuestro lecho nupcial ahora se ha convertido en el lecho donde yace nuestro matrimonio esperando su final. Los resortes ya estaban duros, las mesitas de luz quedaron anticuadas y a la hora de acostarse se ve perfecto la mancha de húmedad en el techo.

Todo eran discusiones y peleas. Nunca hubo agresiones físicas pero los insultos a veces hieren más que los golpes. La gota que colmó el vaso fue hace unas semanas. Fue por una estupidez como siempre pero esta vez fue definitivo.

Ella decidió irse y yo, como ya venía siendo costumbre, me quedé sentado en el sillón tomando whisky. No tenía ganas de levantarme ni lo hubiera hecho pero, después de tres días, mi hambre pudo más que yo. Corrí a la tienda de conveniencia cercana y me compré unos bocadillos para aguantar un par de días más y unos buenos licores para no tener que pensar.

Ya hace un mes que ella se fue y quiero quemar la casa. No lo soporto. Todo me recuerda a ella: la maldita cama, las mesitas de luz, todo. Recuerdo todos los lugares de la casa donde discutimos sin cesar, donde más felices y tristes fuimos y donde nos desnudabamos para hacer el amor.

Voy a tirarlo todo.

No, mejor aún. Voy a venderlo todo, así el ciclo estará completo. Luego me iré de este condenado pueblo y veré que hago con mi vida o si decido terminarla ahí mismo.


martes, 2 de mayo de 2023

Crónica de un BAFICI anunciado.

 El día primero de mayo del año 2023 me levanté temprano porque, aunque fuera feriado, tengo un examen el jueves siguiente. Terminé de hacer mi resumen, almorcé, me puse presentable y me dirigí al encuentro con mis amigos y compañeros de curso Francisco y Marco.

La idea era ir a la sede del BAFICI ubicada en el anfiteatro “Eva Perón” del Parque Centenario. Me tomé el subte, combiné con la línea B y me bajé en Angel Gallardo para luego caminar unas cuantas cuadras hasta el Parque. 

Estaba pendiente del celular para ver si alguien había llegado pero como no habían dicho nada fui hasta la puerta del anfiteatro, avisé por el grupo y me limité a esperar. Había gente entrando y saliendo del anfiteatro por lo que pensé que todo estaba en orden, entonces decidí esperar mientras ojeaba los libros que están a la venta en la feria cercana.

Logró llamarme la atención un libro sobre la historia de las culturas indígenas africanas subsaharianas y “La Historia de la Sexualidad” de Michel Foucault. Sin embargo, como no tenía dinero encima me limité a leer sus contratapas.

Mientras lo hacía mi celular vibró y Francisco avisó que estaba llegando desde dentro del parque. Miré en esa dirección, levanté el brazo al verlo para que se percatara de mi presencia y fui a su encuentro. Charlamos un poco de como nos estábamos preparando para el parcial y al poco tiempo llegó Marco, desde la dirección opuesta.

Les comenté a ambos, luego de saludarnos, que no parecía que hubiera mucho movimiento cultural pero aún así decidimos entrar a preguntar. Mientras nos dirigíamos a la puerta, una señora que trabajaba en el lugar estaba entrando, le hice un gesto para que me dejara la puerta abierta pero la cerró y nos dijo que no podíamos entrar porque no éramos empleados. A pesar de como suena, fue gentil.

Le dijimos que queríamos obtener información del BAFICI, nos hizo un ademán y fue a preguntarle a un señor que se encontraba a lo lejos. Luego de que ellos hablaran se acercó y el señor nos comentó que no sería posible ver ninguna función ya que el BAFICI había terminado el día anterior. Frente a esta desconcertante información y viendo que no podíamos disfrutar del evento o siquiera de la puesta en escena, nos despedimos del señor amablemente y nos fuimos a dar unas vueltas por el Parque.

Al ser feriado, estaba lleno de gente: hablamos sobre los efectos del café en nuestra vida diaria, sobre lo pedante que son los fundamentalistas del café, sobre Pulp Fiction y SuperBad, sobre la incógnita de si los panchos son o no son sandwiches que terminó derivando en la sanguchés de las empanadas, sobre cómo Marco y yo tenemos a muchos conocidos en común y sobre las mecánicas de “handicap” del FIFA.

Ya eran las cinco de la tarde. Luego de haber estado dando vueltas por dos horas, me acompañaron a la parada del colectivo porque tenía que ir a jugar un partido de fútbol. Me despedí de los chicos con un afectuoso apretón de manos y me subí al colectivo en dirección a la cancha.

Si bien no logramos acceder al BAFICI ni ver ninguna película, lo que me llevo es haber podido compartir ese tiempo con ellos y poder relajarme del estudio aunque sea un rato.


Apocalipsis Now (sueño en policial)

 Habían pasado ya cinco años desde el colapso de la sociedad por ese virus que transforma a los infectados en grotescos monstruos. La ficción se había vuelto realidad cuando el 26 de abril de 2023 se hizo público el primer caso del Virus Cisne.

Sin embargo, esto ya no importa. La sociedad, o lo que quedó de ella, logró adaptarse amurallando secciones de las ciudades o pueblos para evitar que estos monstruos las atacaran. Si bien los caminos entre las fortalezas seguían teniendo Cisnes, no era imposible viajar entre ellas. 

De hecho, a eso es a lo que me dedico. Soy un sellador. Viajo de fortaleza en fortaleza buscando formas en las que entrar a las mismas para luego cobrar por el arreglo. Algunos podrían llamarme embaucador o embustero pero simplemente brindo un servicio necesario a cambio de hospedaje, dinero o una cena caliente.

Mi oficio me ha dotado de lo que podríamos llamar, una visión privilegiada. Digamos que es algo así como una intuición aguda. Al mirar las murallas no me toma mucho tiempo determinar dónde se encuentran sus puntos débiles. Me acerco a ellos a analizarlos y siempre encuentro fallas. Cuando no las encuentro, las creo. Si yo pude abrirme paso, un Cisne lo haría sin problemas. 

Me encontraba viajando en dirección a La Plata, una de las fortalezas más grandes de lo que quedó de la Argentina. Por su distribución en forma de diamante los sobrevivientes pudieron ir amurallando sector por sector sin demasiadas preocupaciones. Al ser tan grande, no solo pagarán bien por mis servicios sino que es más probable que haya fallas en sus defensas. 

A pocos metros del primer control, el cual se hallaba vacío, me encontré un perro negro que portaba una placa. “Rocco” decía. Rocco estaba herido y desorientado. Tenía una laceración ya casi coagulada en la pata y comenzó a aullar al verme. Movía la cola. Por un momento pensé en acabar con el animal para comer pero algo me detuvo. Me acerqué y examiné la sangre. Tenía vidrios, los cuales retiré. Atendí su herida con un vendaje improvisado y con una rama logré inmovilizar su pata. 

Exaltado por la ausencia de dolor, aún rengueando, Rocco partió en dirección a la fortaleza que se divisaba por el horizonte. Decidí seguirlo.

Rocco me guió alrededor de la muralla donde pude detectar 5 puntos con fisuras lo suficientemente grandes como para que un Cisne enano se colara por ellas pero no para mí. La sexta fue la vencida. Era un agujero de dos metros de diámetro por el que cabría hasta el Cisne más grande. Me había ganado la lotería. 

Al colarme por allí y luego de caminar unos cientos de metros, llegué al patio de una casa. Rocco ladró y por instinto me alejé de él para no atraer visitas inesperadas. Pasados unos minutos y viendo que no había respuesta a los constantes ladridos del can, me adentré en el jardín para culminar en el porche de la casa. Al mirar por una ventana me permití relajarme. La misma parecía deshabitada. 

Revisé habitación por habitación sin encontrar nada, ya había sido saqueada hace mucho. Lo único que logró llamarme la atención fueron unos vidrios en el suelo , provenientes del espejo roto que había en la pared. Lo que llamaba la atención no era que estuviera roto el espejo, después de todo estamos en el apocalipsis, sino que algunos cristales tenían manchas rojas. Sangre.

El problema llegó  al bajar al sótano. Rocco seguía ladrando. A sabiendas de que los Cisnes detestan el ruido, allí abajo sólo podía haber o un humano o un cadáver. Mi intuición me decía que era la segunda. Mi intuición y el olor hediondo que emanaba desde allí. 

Dejé que el perro bajara primero; por más que confíe en mi intuición no soy idiota. Los ladridos se transformaron en gemidos agudos y repetitivos. Lloraba. Bajé para ver qué sucedía y lo encontré agazapado al lado del cadáver de un señor mayor. No había muerto hace mucho pero la sangre ya estaba seca. Alguien lo había movido pues su posición no era natural para alguien que recibe una puñalada en el pecho. Fue un tajo limpio, realizado por un cuchillo afilado. Después de ver lo que he visto podrían darse cuenta al instante.

En su bolsillo tenía un reloj antiguo que ya no funcionaba con la foto de una mujer en su interior.

Me fui de la casa con el espejo, Rocco decidió quedarse. Al acercarme al centro del pueblo pregunté, de la forma más disimulada posible y siempre y cuando no hubiera peligro en hacerlo, a los vecinos si conocían al viejo de la casa. Todos me dijeron que no. Que no había casa o que nadie vivía allí.

Exhausto, me dirigí al bar más cercano. Lo que sí me habían dicho era que las mejores empanadas cortadas a cuchillo las hacía el chef de ese lugar. Era pequeño pero el ambiente era amigable. Me pedí un trago hecho a base de miel y un par de esas empanadas. Eran verdaderamente muy buenas.

Sin embargo, todo era una fachada. Mi hambre era lo único que verdaderamente estaba mostrándole al público del bar. En el fondo estaba realizando un exhaustivo paneo del lugar para buscar alguna pista o indicio. Y lo había encontrado.

El chico que limpiaba los vasos tenía la mano vendada. Le pregunté qué le había sucedido y dudó sobre la respuesta a mi pregunta. Me dijo que un vaso se rompió mientras lo limpiaba y que eso fue lo que lo lastimó. 

Para ver si mi corazonada era correcta decidí preguntarle si conocía a algún relojero pues mi reloj, el reloj del viejo, se había roto. El aire se espesó, la atmósfera alegre y acogedora del bar se había transformado en una más lúgubre. Una gota de sudor recorrió la frente del chico. Cuando cayó sobre la mesa, se echó a correr hacia la cocina. Yo salté la barra y fui tras él.

La puerta de atrás estaba cerrada y el chico, acorralado como se encontraba, tomó el cuchillo del cocinero. La herramienta que había cortado la carne de mis empanadas se transformaba de nuevo en arma homicida. 

  • ¡Cuidado! No se me acerque.

Me quedé inmovil esperando el momento exacto en que metiera la pata y cuando lo hizo, logré esquivar su puñalada, quitándole el cuchillo y poniéndome detrás de él. Ahora era mi rehén. 

Al día siguiente el chico, sobrino del anciano muerto, fue condenado a elegir entre el exilio o a trabajar por el resto de su vida en la reparación de la gigantesca muralla. No me importa ni el motivo ni lo que haya decidido. 

Las autoridades me pagaron correctamente por mis servicios y pasé a examinar desde fuera el siguiente sector de la muralla. Ya no estaba solo, tenía a Rocco para hacerme compañía.


miércoles, 19 de abril de 2023

Una familia marcada por la dictadura

 Esta entrevista consta de 3 partes: el relato del padre, el de la madre y el de la hija. Decidí organizarla de esta forma ya que me parecía que dejar fuera alguna de estas sería erróneo. Por pedido de la familia utilizaré pseudónimos.

Cada parte está estructurada de una forma distinta:

La primera es una unificación de la información que encontré en internet y lo que pude recabar entrevistando a Maite y a Verónica. La segunda es la entrevista de Verónica que sigue las reglas de una entrevista tradicional. La tercera es la transcripción en primera persona de lo que Verónica recuerda y de sus vivencias desde la dictadura hasta hoy.


El Padre:

Hijo de un inmigrante español que llegó a Argentina con 12 años en un barco y logró a fuerza de trabajo, como todos los inmigrantes, armar una cadena de comercio de mercería con sus hermanos, Miguel se encontraba en una posición económica de clase media acomodada.

Fue al colegio San José, un colegio militar privado donde hizo la primaria y el secundario y luego estudió sociología en la UCA. Se recibió en muy poco tiempo y a la par estudió cuatro idiomas. Verdaderamente inteligente. 

A la hora de hacer la colimba un profesor, José Miguens, lo ayudó y le dijo que saque el carnet de piloto para no tener que ir a la colimba tradicional. Lo consiguió e hizo la colimba de una forma super acomodada dentro de la fuerza aérea. De esta forma se vinculó con ambientes militares y entró a trabajar como asesor del ministro de defensa en el 67.

En paralelo, gracias a su vida universitaria, participó en comunidades cristianas y de esta forma entró a la Acción Católica. Empezó a hacer trabajo social desde esta organización y a finales de los 60, en el año 68, ingresó en la Juventud Peronista. Allí se vinculó con el Padre Mujica, específicamente en la Villa 31. Él y sus amigos, todos profesionales, se encargaban de conseguir objetos o dinero para los arreglos necesarios en la Villa.

Entre todo esto, se casó con Maite y nació su primera hija, Veronica. A Maite la conoció gracias a la militancia, en una de las muchas reuniones que organizaban en casas los miembros del JP para filosofar sobre el cambio y la igualdad de oportunidades. 

En el año 72 nació su segundo hijo, Carlos.

En una de estas reuniones, Miguel y sus amigos se juntaron en un campo para hacer un asado. Todos ellos eran profesionales, estaban casados y la gran mayoría tenía ya uno o dos hijos. Familias jóvenes. En un momento, ingresaron al predio unas pick-ups con las cajas llenas de armas y munición y les enseñaron a tirar. Miguel se lo tomó como un divertimento del encuentro. Lo que ni Miguel ni Maite sabían es que algunos de sus compañeros se habían metido en Montoneros y eso en realidad era una práctica de tiro.

Unos días después Maite se dió cuenta de que la militancia peronista estaba bien pero tomar las armas y unirse a Montoneros siendo una madre de dos hijos no era una opción. A raíz de esto comenzaron a haber problemas matrimoniales y finalmente, decidieron separarse.

En el 74, Miguel seguía trabajando como asesor del ministro de defensa a la par que operaba en Montoneros. Debido a su carisma y a su predisposición fue subiendo dentro de la jerarquía para así llegar a estar como Jefe de Prensa en la Columna de Norma Arrostito de Lomas de Zamora.

Separado ya de Maite, Miguel se casa de nuevo y tiene un hijo con su segunda esposa, Marta, una mujer que también estaba en la parte estratégica de Montoneros.

Para marzo del 76, Miguel se encontraba altamente involucrado dentro de la Organización Montoneros. Por su posición en el ministerio de defensa y motivado por sus ideales, realiza un atentado y se ve obligado a pasar a la clandestinidad acompañado de Marta y de su hijo recién nacido, José.

Un año más tarde, en diciembre del 77, las fuerzas militares los encuentran en la localidad de San Martín. Los llevaron de un centro de detención al otro. Pasaron por el Olimpo, por el pozo de Banfield, hasta que finalmente llegaron a la ESMA donde Miguel fue asesinado. 

Luego de un tiempo, Marta logró que su hijo salga de la ESMA a los dos años de edad para que se lo entreguen a una amiga que cuidaría de él como si fuera su propio hijo.

Finalmente, unos meses antes de que vuelva la democracia, Marta es liberada y va a presentarse a la casa de su amiga junto a su nuevo marido, un Coronel del que se había enamorado en uno de los centros de detención clandestinos. 


La Madre:

La entrevista con Maite fue realizada por WhatsApp ya que vive lejos. Ella decidió que fuera por escrito ya que no se le dan bien los audios. Decidí realizarle cinco preguntas para que me responda cuando tuviera tiempo:


  • Hola Maite, ¿cómo está? Muchas gracias por ponerse la 10 así. Podemos hacer la entrevista como le guste. Le mando las preguntas por acá y me las responde por mail, por audio, por llamada. Como usted prefiera.

  • Mandalas por acá querido.

  • Dale genial. Yo se las paso y me las responde cuando tenga tiempo.

1) ¿Qué estabas haciendo el 24 de marzo de 1976 cuando te enteraste del golpe? 

2) ¿Cómo era el clima social los días previos, durante y después del golpe (esa semana)?
3) ¿Cuáles fueron las reacciones dentro de tu familia? Algún padre, tu esposo, tu hermano, tus hijos.

4) ¿Qué cambio/s tuvo tu vida? Me gustaría que me cuentes qué hizo tu marido, qué reacción tuviste, si cambió tu forma de moverte por la ciudad, si dejaste de verte con alguien. Cualquier cosa que se haya visto afectada por el golpe que creas que vale la pena contarme.

5) Si mirás hacia atrás, ¿sentís que hay alguna reflexión que hayas hecho con los años que quieras comentarme?


  • 1) Ese día estaba trabajando en el colegio donde era docente. Cuando llegué a mi casa me enteré de lo que había sucedido.

2) Durante la época previa, el clima era de una gran inestabilidad económica a consecuencia del plan económico impuesto por el ministro de Economía Rodríguez. Por eso se lo conoce como el Rodrigazo. La clase obrera estaba en permanente movilización con reclamos sociales. Y el clima era de total incertidumbre.

Después del golpe, se clausuró el congreso, los sindicatos no podían funcionar y todos los derechos democráticos quedaron anulados. Se instalaron centros de detención clandestinos, y la desaparición de personas fue permanente. Hubo torturas, sustracción de los bebés que nacían en esos centros. Persecuciones ideológicas y el exilio de muchos argentinos. Son algunas de las cosas tan tremendas que se vive en una dictadura.

3) Dentro de mi familia lo que se empezó a vivir fueron días y noches de mucho miedo. Si bien mi esposo ya no vivía con nosotros, ya que había tomado otro camino dentro de su militancia, la sensación de persecución que yo sentía era permanente. La época más difícil de mi vida.

4) La manera de moverme en la ciudad cambió radicalmente. Trabajaba en un jardín de infantes, y llevaba a mis hijos chiquitos conmigo. Al salir iba directo a mi casa, y no salía hasta el otro día. La ayuda de mis padres fue permanente y de gran importancia. Hay personas que dejaron de verme,  aunque ya no militaba y no participaba en ninguna actividad política, de alguna manera verse conmigo no dejaba de ser un riesgo por haber estado al lado de alguien comprometido. Y los entendí. Y todas nuestras vidas se vieron afectadas. La mía. La de mis hijos, mis padres y  toda mi familia sufrimos por años toda esa época tan tremenda que nos tocó vivir.

5) Muchísimas veces miro para atrás. Y sí, claro que hay cosas para reflexionar. Siempre caigo en lo que NO hice, qué cosas podría haber hecho mejor, sobre todo respecto a mis hijos. Era muy joven y no tenía las herramientas para manejar toda esa situación tan difícil y dolorosa con dos hijitos tan pequeños de la mejor manera. Hice lo que pude y de la mejor manera que pude. Aunque ellos siempre me dicen que gracias a "lo que hice" ellos pudieron ser lo que hoy son.


La Hija:

Bueno, de lo que me acuerdo y lo que reconstruí después  es que me dijeron que mis papás se separaban. Yo tendría cuatro o cinco pero no me acuerdo del hecho. Lo veía muy poco y cuando lo veía nos venía a buscar a mi hermano y a mí y a veces mi mamá le prestaba el auto, otras veces íbamos en colectivo, con mi hermanito a una casa que siempre nos decía que nadie podía saber donde él vivía porque juntaba plata para los pobres y no quería que entren los ladrones.

Y yo decía, porque no invitas a los abuelos, a los tíos y el argumento era ese. Recuerdo dos casas a las que fuimos, comíamos en el piso jugando a los chinos, un poco como en La Vida es Bella. Me acuerdo que muchas veces cuando nos llevaba a despedirnos yo lloraba a moco tendido porque sabía que no lo volvería a ver por mucho tiempo. Después supe que no lo veía una vez por semana sino una vez por mes o cada cuarenta días porque en el medio él estaba militando y haciendo quilombo por ahí.

Papá vino un día a saludarnos porque se iba de viaje y me acuerdo de cómo estaba el día de la despedida, el cielo y hasta como entraba la luz por la ventana. No hay fotos pero es como si tuviera la foto en la memoria, enfrente del hospital italiano en el segundo piso, a mitad de cuadra. Estábamos en la puerta que había una columna y mi papá estaba contra la columna y yo a upa de él llorando. De esto me acuerdo como si fuera hoy, horrible.

Después supe que en realidad ahí él sabía que iba a hacer el atentado y que en dos o tres semanas iba a tener que pasar a la clandestinidad por tiempo indeterminado. Por seguridad hizo esa historia de despedirse como que se iba de viaje a Tucuman. Imaginate que con seis años ni sabía lo que era “Tucuman”.

Nueve meses después nos sientan y nos dicen que papá había fallecido de un ataque al corazón y que estaba en el cielo, en Tucumán. Mis abuelos me decían que era en España y me confundieron tanto que hasta los diez creía que Tucumán era en España. A los diez años cuando me tocó ver un planisferio y entendí que España está en Europa y que Tucumán está en Argentina ahí entendí que me habían mentido y arrancó mi búsqueda de la verdad. 

Me la pasaba interrogando a parientes para encontrar toda esta historia y todos me decían boludeces hasta que a mis doce años  encontré la partida de defunción de mi papá. Encontré un papel que decía “Partida de defunción Miguel Gonzalez; causa de muerte: herida de bala en el tórax”. A mis doce no sabía qué significaba eso y la increpé a mi madre y entre ella y un par de tías me contaron la verdad de lo que había pasado.

Antes de que mi papá se despida de nosotros, alguna de las veces que nos llevaba el fin de semana, la conocimos a Marta, y la última vez que la vimos estaba embarazada. Nos dijeron que íbamos a tener un hermanito y la vimos a ella con una pancita con un vestido de corderoy que me acuerdo patente. Después papá se fue de viaje y después papá se murió con lo cual cuando empiezo a recapitular y empiezo a entender cuatro años después pienso, che, ¿y la panza? Ah bueno nació un bebé que se llama José y nadie sabe dónde está. Hasta qué mi abuela finalmente logró ver a José a través de una  monja amiga de mi papá.

Yo pasé desde mis trece años hasta mis veinticinco buscando a José. Yo quería saber si estaba vivo, quién era y que supiera que tiene familia de este lado. Todas las puertas se cerraron o llegaban a callejones sin salida. Y así estuve, no sé, diez, doce años.

En el medio vivía con psicólogos para poder procesar todo el quilombo que me había tocado vivir y en mi familia siempre fue como un tema super tabú.

Mis amigas se rateaban del colegio para ir a chapar a la playita de Vicente Lopez con chicos que habíamos conocido un sábado en no se donde y yo me rateaba para ir a la editorial Atlántida, a Clarín, a los archivos a buscar información de mi padre. Siempre encontraba algo pero era información parcial, recortada digamos, que me daba un dato que por ahí me tomaba seis meses encontrarlo, daba con esa persona, conseguía llamarla, que me reciba. Y por eso te digo, entre mis catorce y mis veinticinco años, me debo haber reunido como con treinta persona en bares. Siempre los citaba en el bar Atlántico, ahí en la esquina de Gascón y Potosí, porque como era gente desconocida la citaba en un lugar público a escondidas de toda mi familia.

Eso fue muy traumático en algún aspecto porque me generó mucha desconfianza; siempre pienso que me están diciendo una cosa que no es pero lo bueno es que, tal vez por la forma de crianza de mi madre, por mi personalidad o no se qué, o porque soy de piscis, no tengo ni idea. Toda esa historia difícil la pude volcar de forma positiva en mi vida. Si bien las heridas y los traumas los tengo, están más o menos acomodados, cosa que me permitieron la personalidad que tengo, la garra que le pongo a la vida. Todo eso que soy yo, es lo positivo que me quedó de mi historia. Esa base tan difícil me sirvió de motor para tener la personalidad que tengo, que mis hermanos no pudieron y están mucho más abatidos.

Mi hermano Carlos migra todo y es obeso porque se morfa todo y José que estuvo en la ESMA, y bueno, que se yo, tiene la cabeza recontra quemada. Ahora está un poco mejor, está de novio con una psicóloga, entonces está un poco más contenido pero… Yo me siento una privilegiada dentro de lo que es mi familia porque pude sobreponerme a una infancia tan compleja.

Durante muchos años yo odié la política porque sentía que se había llevado a mi papá. Tuve algo así como síndrome de abandono, diagnosticado por psicólogos, porque mi papá en lugar de elegir quedarse conmigo y ejercer su paternidad, eligió sus ideales. Como hija y después como mujer eso me jugó algunas pasadas complicadas y todavía me las sigue jugando en mi manera de relacionarme con otras personas, especialmente con parejas, porque yo busco parejas como mi papá, caóticas.

Siempre me mantuve alejada de la política, siento que eso es algo que te puede llevar a la muerte de manera simbólica y también siento que todo lo que yo quiera en mi vida, y lo siento desde muy chica, lo voy a tener que conseguir por mis propios medios.

También conocí hijos con padres de estas características y ellos optaron por pedir planes o pensiones pero yo nunca sentí que el país me debe. Mis hermanos y yo hacemos la nuestra: bien, mal, un poquito acá, un poquito más allá pero siempre hacemos la nuestra y nunca nos involucramos en política ni en nada parecido. 


"Gracias por el intento de un mundo mejor"

  En esta foto podemos ver a dos sujetos: el de la izquierda es visiblemente más viejo que el de la derecha, que a su vez se encuentra soste...