miércoles, 19 de abril de 2023

Una familia marcada por la dictadura

 Esta entrevista consta de 3 partes: el relato del padre, el de la madre y el de la hija. Decidí organizarla de esta forma ya que me parecía que dejar fuera alguna de estas sería erróneo. Por pedido de la familia utilizaré pseudónimos.

Cada parte está estructurada de una forma distinta:

La primera es una unificación de la información que encontré en internet y lo que pude recabar entrevistando a Maite y a Verónica. La segunda es la entrevista de Verónica que sigue las reglas de una entrevista tradicional. La tercera es la transcripción en primera persona de lo que Verónica recuerda y de sus vivencias desde la dictadura hasta hoy.


El Padre:

Hijo de un inmigrante español que llegó a Argentina con 12 años en un barco y logró a fuerza de trabajo, como todos los inmigrantes, armar una cadena de comercio de mercería con sus hermanos, Miguel se encontraba en una posición económica de clase media acomodada.

Fue al colegio San José, un colegio militar privado donde hizo la primaria y el secundario y luego estudió sociología en la UCA. Se recibió en muy poco tiempo y a la par estudió cuatro idiomas. Verdaderamente inteligente. 

A la hora de hacer la colimba un profesor, José Miguens, lo ayudó y le dijo que saque el carnet de piloto para no tener que ir a la colimba tradicional. Lo consiguió e hizo la colimba de una forma super acomodada dentro de la fuerza aérea. De esta forma se vinculó con ambientes militares y entró a trabajar como asesor del ministro de defensa en el 67.

En paralelo, gracias a su vida universitaria, participó en comunidades cristianas y de esta forma entró a la Acción Católica. Empezó a hacer trabajo social desde esta organización y a finales de los 60, en el año 68, ingresó en la Juventud Peronista. Allí se vinculó con el Padre Mujica, específicamente en la Villa 31. Él y sus amigos, todos profesionales, se encargaban de conseguir objetos o dinero para los arreglos necesarios en la Villa.

Entre todo esto, se casó con Maite y nació su primera hija, Veronica. A Maite la conoció gracias a la militancia, en una de las muchas reuniones que organizaban en casas los miembros del JP para filosofar sobre el cambio y la igualdad de oportunidades. 

En el año 72 nació su segundo hijo, Carlos.

En una de estas reuniones, Miguel y sus amigos se juntaron en un campo para hacer un asado. Todos ellos eran profesionales, estaban casados y la gran mayoría tenía ya uno o dos hijos. Familias jóvenes. En un momento, ingresaron al predio unas pick-ups con las cajas llenas de armas y munición y les enseñaron a tirar. Miguel se lo tomó como un divertimento del encuentro. Lo que ni Miguel ni Maite sabían es que algunos de sus compañeros se habían metido en Montoneros y eso en realidad era una práctica de tiro.

Unos días después Maite se dió cuenta de que la militancia peronista estaba bien pero tomar las armas y unirse a Montoneros siendo una madre de dos hijos no era una opción. A raíz de esto comenzaron a haber problemas matrimoniales y finalmente, decidieron separarse.

En el 74, Miguel seguía trabajando como asesor del ministro de defensa a la par que operaba en Montoneros. Debido a su carisma y a su predisposición fue subiendo dentro de la jerarquía para así llegar a estar como Jefe de Prensa en la Columna de Norma Arrostito de Lomas de Zamora.

Separado ya de Maite, Miguel se casa de nuevo y tiene un hijo con su segunda esposa, Marta, una mujer que también estaba en la parte estratégica de Montoneros.

Para marzo del 76, Miguel se encontraba altamente involucrado dentro de la Organización Montoneros. Por su posición en el ministerio de defensa y motivado por sus ideales, realiza un atentado y se ve obligado a pasar a la clandestinidad acompañado de Marta y de su hijo recién nacido, José.

Un año más tarde, en diciembre del 77, las fuerzas militares los encuentran en la localidad de San Martín. Los llevaron de un centro de detención al otro. Pasaron por el Olimpo, por el pozo de Banfield, hasta que finalmente llegaron a la ESMA donde Miguel fue asesinado. 

Luego de un tiempo, Marta logró que su hijo salga de la ESMA a los dos años de edad para que se lo entreguen a una amiga que cuidaría de él como si fuera su propio hijo.

Finalmente, unos meses antes de que vuelva la democracia, Marta es liberada y va a presentarse a la casa de su amiga junto a su nuevo marido, un Coronel del que se había enamorado en uno de los centros de detención clandestinos. 


La Madre:

La entrevista con Maite fue realizada por WhatsApp ya que vive lejos. Ella decidió que fuera por escrito ya que no se le dan bien los audios. Decidí realizarle cinco preguntas para que me responda cuando tuviera tiempo:


  • Hola Maite, ¿cómo está? Muchas gracias por ponerse la 10 así. Podemos hacer la entrevista como le guste. Le mando las preguntas por acá y me las responde por mail, por audio, por llamada. Como usted prefiera.

  • Mandalas por acá querido.

  • Dale genial. Yo se las paso y me las responde cuando tenga tiempo.

1) ¿Qué estabas haciendo el 24 de marzo de 1976 cuando te enteraste del golpe? 

2) ¿Cómo era el clima social los días previos, durante y después del golpe (esa semana)?
3) ¿Cuáles fueron las reacciones dentro de tu familia? Algún padre, tu esposo, tu hermano, tus hijos.

4) ¿Qué cambio/s tuvo tu vida? Me gustaría que me cuentes qué hizo tu marido, qué reacción tuviste, si cambió tu forma de moverte por la ciudad, si dejaste de verte con alguien. Cualquier cosa que se haya visto afectada por el golpe que creas que vale la pena contarme.

5) Si mirás hacia atrás, ¿sentís que hay alguna reflexión que hayas hecho con los años que quieras comentarme?


  • 1) Ese día estaba trabajando en el colegio donde era docente. Cuando llegué a mi casa me enteré de lo que había sucedido.

2) Durante la época previa, el clima era de una gran inestabilidad económica a consecuencia del plan económico impuesto por el ministro de Economía Rodríguez. Por eso se lo conoce como el Rodrigazo. La clase obrera estaba en permanente movilización con reclamos sociales. Y el clima era de total incertidumbre.

Después del golpe, se clausuró el congreso, los sindicatos no podían funcionar y todos los derechos democráticos quedaron anulados. Se instalaron centros de detención clandestinos, y la desaparición de personas fue permanente. Hubo torturas, sustracción de los bebés que nacían en esos centros. Persecuciones ideológicas y el exilio de muchos argentinos. Son algunas de las cosas tan tremendas que se vive en una dictadura.

3) Dentro de mi familia lo que se empezó a vivir fueron días y noches de mucho miedo. Si bien mi esposo ya no vivía con nosotros, ya que había tomado otro camino dentro de su militancia, la sensación de persecución que yo sentía era permanente. La época más difícil de mi vida.

4) La manera de moverme en la ciudad cambió radicalmente. Trabajaba en un jardín de infantes, y llevaba a mis hijos chiquitos conmigo. Al salir iba directo a mi casa, y no salía hasta el otro día. La ayuda de mis padres fue permanente y de gran importancia. Hay personas que dejaron de verme,  aunque ya no militaba y no participaba en ninguna actividad política, de alguna manera verse conmigo no dejaba de ser un riesgo por haber estado al lado de alguien comprometido. Y los entendí. Y todas nuestras vidas se vieron afectadas. La mía. La de mis hijos, mis padres y  toda mi familia sufrimos por años toda esa época tan tremenda que nos tocó vivir.

5) Muchísimas veces miro para atrás. Y sí, claro que hay cosas para reflexionar. Siempre caigo en lo que NO hice, qué cosas podría haber hecho mejor, sobre todo respecto a mis hijos. Era muy joven y no tenía las herramientas para manejar toda esa situación tan difícil y dolorosa con dos hijitos tan pequeños de la mejor manera. Hice lo que pude y de la mejor manera que pude. Aunque ellos siempre me dicen que gracias a "lo que hice" ellos pudieron ser lo que hoy son.


La Hija:

Bueno, de lo que me acuerdo y lo que reconstruí después  es que me dijeron que mis papás se separaban. Yo tendría cuatro o cinco pero no me acuerdo del hecho. Lo veía muy poco y cuando lo veía nos venía a buscar a mi hermano y a mí y a veces mi mamá le prestaba el auto, otras veces íbamos en colectivo, con mi hermanito a una casa que siempre nos decía que nadie podía saber donde él vivía porque juntaba plata para los pobres y no quería que entren los ladrones.

Y yo decía, porque no invitas a los abuelos, a los tíos y el argumento era ese. Recuerdo dos casas a las que fuimos, comíamos en el piso jugando a los chinos, un poco como en La Vida es Bella. Me acuerdo que muchas veces cuando nos llevaba a despedirnos yo lloraba a moco tendido porque sabía que no lo volvería a ver por mucho tiempo. Después supe que no lo veía una vez por semana sino una vez por mes o cada cuarenta días porque en el medio él estaba militando y haciendo quilombo por ahí.

Papá vino un día a saludarnos porque se iba de viaje y me acuerdo de cómo estaba el día de la despedida, el cielo y hasta como entraba la luz por la ventana. No hay fotos pero es como si tuviera la foto en la memoria, enfrente del hospital italiano en el segundo piso, a mitad de cuadra. Estábamos en la puerta que había una columna y mi papá estaba contra la columna y yo a upa de él llorando. De esto me acuerdo como si fuera hoy, horrible.

Después supe que en realidad ahí él sabía que iba a hacer el atentado y que en dos o tres semanas iba a tener que pasar a la clandestinidad por tiempo indeterminado. Por seguridad hizo esa historia de despedirse como que se iba de viaje a Tucuman. Imaginate que con seis años ni sabía lo que era “Tucuman”.

Nueve meses después nos sientan y nos dicen que papá había fallecido de un ataque al corazón y que estaba en el cielo, en Tucumán. Mis abuelos me decían que era en España y me confundieron tanto que hasta los diez creía que Tucumán era en España. A los diez años cuando me tocó ver un planisferio y entendí que España está en Europa y que Tucumán está en Argentina ahí entendí que me habían mentido y arrancó mi búsqueda de la verdad. 

Me la pasaba interrogando a parientes para encontrar toda esta historia y todos me decían boludeces hasta que a mis doce años  encontré la partida de defunción de mi papá. Encontré un papel que decía “Partida de defunción Miguel Gonzalez; causa de muerte: herida de bala en el tórax”. A mis doce no sabía qué significaba eso y la increpé a mi madre y entre ella y un par de tías me contaron la verdad de lo que había pasado.

Antes de que mi papá se despida de nosotros, alguna de las veces que nos llevaba el fin de semana, la conocimos a Marta, y la última vez que la vimos estaba embarazada. Nos dijeron que íbamos a tener un hermanito y la vimos a ella con una pancita con un vestido de corderoy que me acuerdo patente. Después papá se fue de viaje y después papá se murió con lo cual cuando empiezo a recapitular y empiezo a entender cuatro años después pienso, che, ¿y la panza? Ah bueno nació un bebé que se llama José y nadie sabe dónde está. Hasta qué mi abuela finalmente logró ver a José a través de una  monja amiga de mi papá.

Yo pasé desde mis trece años hasta mis veinticinco buscando a José. Yo quería saber si estaba vivo, quién era y que supiera que tiene familia de este lado. Todas las puertas se cerraron o llegaban a callejones sin salida. Y así estuve, no sé, diez, doce años.

En el medio vivía con psicólogos para poder procesar todo el quilombo que me había tocado vivir y en mi familia siempre fue como un tema super tabú.

Mis amigas se rateaban del colegio para ir a chapar a la playita de Vicente Lopez con chicos que habíamos conocido un sábado en no se donde y yo me rateaba para ir a la editorial Atlántida, a Clarín, a los archivos a buscar información de mi padre. Siempre encontraba algo pero era información parcial, recortada digamos, que me daba un dato que por ahí me tomaba seis meses encontrarlo, daba con esa persona, conseguía llamarla, que me reciba. Y por eso te digo, entre mis catorce y mis veinticinco años, me debo haber reunido como con treinta persona en bares. Siempre los citaba en el bar Atlántico, ahí en la esquina de Gascón y Potosí, porque como era gente desconocida la citaba en un lugar público a escondidas de toda mi familia.

Eso fue muy traumático en algún aspecto porque me generó mucha desconfianza; siempre pienso que me están diciendo una cosa que no es pero lo bueno es que, tal vez por la forma de crianza de mi madre, por mi personalidad o no se qué, o porque soy de piscis, no tengo ni idea. Toda esa historia difícil la pude volcar de forma positiva en mi vida. Si bien las heridas y los traumas los tengo, están más o menos acomodados, cosa que me permitieron la personalidad que tengo, la garra que le pongo a la vida. Todo eso que soy yo, es lo positivo que me quedó de mi historia. Esa base tan difícil me sirvió de motor para tener la personalidad que tengo, que mis hermanos no pudieron y están mucho más abatidos.

Mi hermano Carlos migra todo y es obeso porque se morfa todo y José que estuvo en la ESMA, y bueno, que se yo, tiene la cabeza recontra quemada. Ahora está un poco mejor, está de novio con una psicóloga, entonces está un poco más contenido pero… Yo me siento una privilegiada dentro de lo que es mi familia porque pude sobreponerme a una infancia tan compleja.

Durante muchos años yo odié la política porque sentía que se había llevado a mi papá. Tuve algo así como síndrome de abandono, diagnosticado por psicólogos, porque mi papá en lugar de elegir quedarse conmigo y ejercer su paternidad, eligió sus ideales. Como hija y después como mujer eso me jugó algunas pasadas complicadas y todavía me las sigue jugando en mi manera de relacionarme con otras personas, especialmente con parejas, porque yo busco parejas como mi papá, caóticas.

Siempre me mantuve alejada de la política, siento que eso es algo que te puede llevar a la muerte de manera simbólica y también siento que todo lo que yo quiera en mi vida, y lo siento desde muy chica, lo voy a tener que conseguir por mis propios medios.

También conocí hijos con padres de estas características y ellos optaron por pedir planes o pensiones pero yo nunca sentí que el país me debe. Mis hermanos y yo hacemos la nuestra: bien, mal, un poquito acá, un poquito más allá pero siempre hacemos la nuestra y nunca nos involucramos en política ni en nada parecido. 


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