martes, 11 de abril de 2023

Reversiones 1 a 3 de "La mar estaba tranquila"

 “Dilema de la nave espacial”

El capitán Paragon se encontraba viajando en su nave por el sistema Alfa Centauri con lo poco que quedaba de su tripulación: un androide color cobre W300 de la compañía InHumane Life al que habían apodado CDC, decenas de botellas de un líquido apto para consumición que habían encontrado en el planeta Kepler 32-B y una caja de raciones militares deshidratada muy grande para su apetito. 

Los viajes por el espacio tomaban mucho tiempo. Todavía faltaban 15 años para llegar a la Tierra cuando su cápsula de criogenización falló. Confundido por esto decidió caminar, o más bien intentarlo pues la sangre todavía no había llegado a sus piernas. Arrastrándose como pudo llegó al Puente de Comando donde CDC, recostado en su cápsula de recarga, le hizo un ademán para que se le acerque; parecía costarle:

  • CapTAn - dijo el robot al ver que Paragon llegaba - Mi Pln funCIno. 

  • CDC ¿qué te sucedió? Tu módulo vocal está funcionando mal y parece como si tuvieras poca energía.

  • JustAmen teso ca i tán, a nae se que dasin energa. Prble ma en a bate riaaaaaaaaaAAAAAAAaaaaAAaAAhhhh… 

Se hizo el silencio, el capitán, con lo poco que había entendido, decidió sentarse en su asiento como tantas veces había hecho para comprobar lo que CDC le había dicho. Efectivamente, la batería estaba fallando y no solo eso, estaba tomando la energía de los robots, de los sistemas de sustento hidropónicos y…

  • No, no puede ser cierto. ¿En qué momento pudo haber pasado esto?

Era imposible, sin embargo, los paneles no mentían. La nave estaba tomando los nutrientes de los pasajeros para transformarlos en combustible. Algunos ya habían aportado todo lo que podían darle a la nave, otros iban por la mitad, sin embargo, ninguno estaba intacto. Cualquier intento de descriogenización los hubiera matado en el acto. 

A pesar de todo, lo más alarmante era que sin este combustible, la nave se convertiría en su propio ataúd. Sin él, no sería capaz de llegar a la Tierra o de pedir auxilio.

Paragon estaba frente a una difícil disyuntiva. Mirando el lado positivo, le quedaban al menos 15 años para tomar esa decisión.


“Asesinato en el Rising Sun”


En el navío “Rising Sun”, el capitán Kidd se encontraba en su camarote cuando el suboficial Ellington entró a toda marcha. Habían asesinado a su timonel, el señor James. Su nave era conocida por sus audaces movimientos a la hora de combatir en el mar. Se decía que el Sr. James era capaz de escribir poemas con la estela de la nave, pero esto ya no sería posible.

Abatido por la noticia le costó ponerse de pie pero para no mostrar debilidad y casi por inercia mandó a que reunieran a toda la tripulación a la cubierta para que sean interrogados y mientras tanto buscar alguna pista que diera indicios de lo sucedido.

Todos y cada uno de los tripulantes tenían una coartada sólida. Estaban en otro lugar del barco y había testigos para confirmarlo. Sin embargo, todos parecían tener motivos suficientes para querer a James muerto. Frustrado por la falta de pruebas, él mismo se fue a buscarlas.

El camarote de James era pequeño para estándares terrestres pero dentro de un navío era todo lo que un hombre pudiera necesitar. Había un camastro que se doblaba para poder escribir sobre el escritorio, velas a medio consumir y sus propios frascos de raciones. El Sr.James era un hombre culto, toda su habitación estaba llena de libros. Lo habían apuñalado por la espalda.

Mirando las estanterías vio un hueco; allí o bien faltaba un libro o bien nunca había habido uno. No había polvo así que debía ser la primera opción. El capitán recordó que James, hace ya algunos años, le había comentado que compró un diario de un capitán ya difunto en uno de los tantos puertos en los que habían tomado refugio. Este relataba sus viajes y la posición exacta de dónde se encontraba su tesoro. Este, le había prometido que algún día lo buscarían. Ya era demasiado tarde.

El capitán sabía que James no iría contando esta información por ahí por miedo a un motín en la nave con el fin de cambiar su curso. Sólo lo sabrían los altos mandos. Eran él, los 3 suboficiales y el contramaestre.

Los llamó a todos a su camarote. Los sentó en su mesa para comer como de costumbre pero ahora, con un asiento libre. Inventó una excusa de malestar para salir del camarote dejándolos encerrados dentro y fue a sus habitaciones en busca del libro extraviado. Miró y miró pero nada. Buscó y buscó pero nada. Hasta que de pronto, dentro del camarote del suboficial Ellington, del que menos desconfiaba, se topó con la verdad. Notó una alfombra algo desalineada, la movió, y en un falso fondo encontró el libro. Lo ojeó para confirmar si era el indicado y efectivamente, lo era.

Llamó a un par de marineros, abrió la puerta de su camarote y el suboficial Ellington lo estaba esperando. Todos lo estaban esperando. Arma en mano, espada en la otra los 4 altos mandos miraban amenazantes y expectantes al capitán. Sintió un escalofrío producido no solo por la puesta en escena sino también por el hierro que le recorría la espalda. Intentó darse vuelta pero fue detenido. Inmovil, dejó que lo llevaran al camarote del Sr.James, la cerradura hizo clack. Él estiró el camastro y se recostó pensando en lo que acababa de suceder: en menos de 5 minutos y con casi ninguna palabra dialogada, la tripulación había elegido otro capitán.



“Era todo un sueño”


11/4/2010

Me desperté en mi cama, agitado y mojado por mi propio sudor o quizás me había hecho pis encima. Mamá estaba sentada al lado mío.

Tranquilo Nico, estabas teniendo una pesadilla, me dijo.

Le conté sobre mi pesadilla: era el capitán y mi tripulación se había perdido en una tormenta. De repente una niebla envolvía el barco y se hacía de noche. Me daba mucho miedo así que salté hacia el mar donde estaban mis compañeros. Ahí me desperté.

Me dijo que no pasaba nada y me abrazó.Estuvimos abrazados un rato y después mamá me llevó a tomar el desayuno. Papá estaba en la mesa leyendo el diario y tomando café. Yo me senté y tomé la chocolatada con las galletitas que estaban en la mesa, me cambié el pijama por el uniforme y me fui al colegio con mi papá como hacía todos los días. Me preguntó cómo me había ido en las pruebas y le respondí que bien.

Cuando estábamos llegando al colegio me encontré con mis amigos, Jorgito y Manu, me despedí de mi papá y me fui con ellos hasta mi banco. Tuve clases, re aburridas. No me gusta nada matemática, historia sí, pero lengua no. En historia vimos como Manuel Belgrano peleó en Jujuy y algo de un épsodo jujeño. Me gustó la clase pero no me concentré mucho porque cuando pensaba en Manuel Belgrano pensaba en Manu y me daba risa.

Cuando era la hora de comer nos separaron en dos grupos como siempre, los que tienen vianda y los que vamos a comedor. Hoy el menú eran milanesas con puré. Me re gustan, es mi comida favorita. Después fuimos a jugar al fútbol con los chicos, yo soy malo pero me entretengo igual. Cuando hablan de fútbol no entiendo nada, soy de Tigre por mi abuelo pero no sé ni dónde queda Tigre ni qué jugadores tiene.

Cuando terminaron las clases estaba mi abuelo afuera que me había ido a buscar. Me llevó al café de la esquina y me pidió un tostado con un juego de naranja. Lo quiero mucho a mi abuelo.

Me llevó a casa pero antes me compró unas TicTacs. Me senté en la mesa del living,él se arremangó el pantalón y se sentó conmigo, hice la tarea y él se fue cuando llegó mi mamá del trabajo. 

Me mandó a bañar, no me puse acondicionador porque no me gusta pero se dió cuenta y me tuve que bañar de nuevo. Cenamos todos juntos y cuando terminé me fui a acostar. Me quedé mirando un poco la tele, escribí acá y ahora me voy a dormir. Chau!


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